El sector inmobiliario y, en particular, el turismo residencial – el segmento que se centra en las segundas residencias – es quizás la actividad económica más importante de toda la Costa del Sol y por esa razón emplea a buena parte de su población activa. Un sector tan importante como éste debería estar bien protegido, pero en realidad no hay suficiente regulación por parte de las autoridades en España en lo que se refiere a él. De hecho, la única región del país en la que el sector inmobiliario está regulado y sujeto a un control cualitativo es Cataluña. En otras regiones, como la Costa del Sol, que se encuentran bajo la jurisdicción de Andalucía, el sector depende principalmente de la autorregulación de las empresas individuales, de la reputación y, si todo lo demás falla, del sistema jurídico.
Falta de órganos de reglamentación
Se han hecho llamamientos en favor de una mayor reglamentación y control, así como del establecimiento de calificaciones profesionales, como se ha visto en algunos otros países, pero por ahora éstas se limitan en gran medida a las iniciativas privadas. Un ejemplo de ello es la cobertura del seguro de indemnización profesional que se ofrece a los miembros a través de organizaciones profesionales como API (Agente de Propiedad Inmobiliaria) y GIPE (Gestor Intermediario en Promociones de Edificios), así como la agrupación de empresas inmobiliarias de renombre bajo marcas conjuntas como los Agentes de la Propiedad Inmobiliaria Líderes de España (Leading Property Agents of Spain), pero hasta que las autoridades no establezcan controles estrictos que incluyan el registro de empresas y profesionales, los requisitos de formación profesional, el seguro y la aplicación de normas de calidad y prácticas comerciales éticas, el sector dependerá en gran medida de la autogestión.
Falta de barreras en el mercado
La falta de barreras de entrada significa que el número de «agentes de la propiedad» aumenta enormemente cuando las condiciones del mercado son buenas, sólo para desinflarse rápidamente durante los ciclos descendentes. Según el Registro Mercantil Nacional elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2017 había 67.812 empresas que vendían inmuebles, frente a las 106.375 que lo hacían en 2008. Sin embargo, las cifras vuelven a aumentar, pasando de 149.000 entidades involucradas en el sector en 2015 a 169.000 en 2017, ya que muchos llegan a las Costas pensando que vender propiedades es una forma fácil de ganar dinero. Se estima que podría haber más de 3.000 agencias en la Costa del Sol, pero como no existen estadísticas específicas, no se conoce la cifra exacta. La falta de control significa que prácticamente cualquier persona con un teléfono móvil puede operar como agente inmobiliario en España, lo que significa que el número real de empresas inmobiliarias activas es mucho mayor de lo que sugieren las cifras oficiales. Aún peor, es relativamente fácil para cualquiera aparecer como un agente creíble y establecido, ya que lo único que se necesita es un sitio web de aspecto profesional, una suscripción de pago a un Servicio de Listados Múltiples que permite a cualquiera que pague una cuota mensual enlazar con miles de propiedades compartidas, un teléfono móvil y una cuenta de correo electrónico. Para un consumidor que no tiene conocimiento del mercado inmobiliario puede ser difícil establecer si su agente inmobiliario está fanfarroneando o si realmente sabe de lo que está hablando.
En un mercado bajista, el mercado se autorregula en gran medida, el dinero es más difícil de conseguir, por lo que los no profesionales huyen a pastos más verdes, como hicieron en la última recesión. Uno hubiera esperado que la experiencia del último auge hubiera enseñado a las autoridades españolas a estar atentas a las señales de abuso del mercado y de exuberancia irracional, pero no parece ser el caso. La creciente demanda de una mejor regulación podría conducir a la aprobación de nuevas leyes como las de Cataluña, pero mientras tanto hay que estar atentos a las empresas bien establecidas, profesionales y con una reputación que habla por sí misma.
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